La economía del hogar ha demostrado ser un pilar fundamental en el desarrollo de la vida humana, promoviendo un entorno ordenado y saludable como exploramos en artículos anteriores. Sin embargo, esta disciplina también ha tenido una faceta más sombría; su uso como herramienta de opresión hacia las mujeres en épocas pasadas. Hoy, nos proponemos redescubrir y transformar la economía doméstica en una herramienta de empoderamiento inclusivo.
Historia de la Educación Doméstica como Herramienta de Machismo
En la transición del siglo XIX al XX, los manuales de economía doméstica, particularmente estudiados en Argentina, evolucionaron de ser simples guías de gestión hogareña a imponer un rol sumiso para las mujeres. Según el análisis de Laura Graciela Rodríguez, estos textos se centraron en inculcar un “destino natural” de ama de casa, reforzando una división de género restrictiva mediante la enseñanza de la contabilidad doméstica, la gestión de las emociones y la realización de tareas del hogar bajo un marco de sumisión.
Evolución y Rechazo en el Siglo XX
Estas prácticas empezaron a ser cuestionadas con el avance del siglo XX, cuando movimientos feministas y sociales emergieron para desafiar las normas establecidas. La expresión “La prisión de la reina”; encapsula la percepción de confinamiento y las luchas por liberarse de estas restricciones, marcando un cambio significativo en la percepción social y el rechazo de estas normativas opresivas.
La Economía Doméstica en el Contexto Moderno
En la actualidad, la economía doméstica puede y debe ser una disciplina de empoderamiento para todos los individuos, independientemente de su género. Debe enseñar habilidades financieras, gestión eficiente de recursos y la importancia de un estilo de vida saludable, como hemos visto en nuestros artículos sobre la importancia de un hogar ordenado y la gestión nutricional. Asimismo, reflejando los valores de las nuevas generaciones, la economía doméstica moderna debería fomentar la cooperación y el compartir las responsabilidades del hogar de manera equitativa.
Conclusión
Es esencial que reimaginemos y reestructuremos la educación en economía doméstica para que sirva como un pilar de empoderamiento y no de opresión. Este enfoque no solo es crucial para el bienestar individual, sino que también tiene el potencial de fortalecer las bases de una sociedad más justa y equitativa.
Invito a todos los lectores a reflexionar sobre el papel de la economía doméstica en sus propias vidas y a considerar cómo esta puede transformarse en una herramienta de cambio positivo. Juntos, podemos redefinir esta disciplina para que beneficie a todos, promoviendo un futuro donde la gestión del hogar sea una responsabilidad compartida y una fuente de empoderamiento.